Es desafortunado que The New Yorker haya elegido introducir Scientology a sus lectores a través de los ojos de un apostata, alguien a quien los académicos en temas religiosos denuncian unánimemente como poco fidedigno, en vez de aprovechar la invitación de la iglesia a experimentar de primera mano sus prácticas y su obra humanitaria. La revista The New Yorker no menciona la iniciativa global de Derechos Humanos de la iglesia, que ha educado a millones de personas en los derechos humanos. O su cruzada de “La Verdad sobre las Drogas”, educando a millones de personas a vivir vidas sin drogas. O su programa global de ministros Voluntarios, cuyo trabajo en Haití ha sido aclamado por la comunidad internacional. O sus docenas de nuevas iglesias llevando la tecnología de salvación de vidas de Scientology a las comunidades del mundo. Efectívamente, la Iglesia acaba de abrir la iglesia más reciente justo la semana pasada en Melbourne, Australia. El único grano de verdad en el artículo es el reconocimiento del efecto positivo que Scientology ha tenido en las vidas de sus adherentes y el mundo en general – este es el mensaje de Scientology.
El artículo es poco más que un copia y pega de viejas alegaciones que se probaron falsas ya hace tiempo. Es decepcionante que una revista con reputación de The New Yorker elija reimprimir estas declaraciones sensacionalistas de antiguos miembros desafectos que casi no merecen publicarse ni en un tabloide. Respecto a la declaración de que la Iglesia esta sujeta a una investigación federal, la iglesia no ha sido informada de ninguna investigación gibernamental, un hecho que The New Yorker conocía antes de ir a imprenta. Además, el tema de la supuesta investigación, fue cubierto recientemente en un procedimiento judicial por los mismo individuos que son las fuentes del atículo y la demanda fue desechada rotundamente por un Juez de un Tribunal Federal de Distrito. El The New Yorker era consciente de este hecho, pero irresponsablemente a buscado usar la declaración de “investigación” para cosechar titulares para un artículo que de otra forma estaba caducado que no contiene otra cosa que un refrito de alegaciones sin fundamentos.
Cualquier persona que quiera saber la verdadera historia de Scientology, debería averiguarla por si mismo viniendo a una Iglesia de Scientology, cuyas puertas estan siempre abiertas, o visitando la web de la Iglesia en www.scientology.es .
Tommy Davis
Church of Scientology International
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La religión de Scientology fue fundada por L. Ronald Hubbard. La primera Iglesia de Scientology fue fundada en los Estados Unidos en 1954 y ha ampliado hoy a más de 9.000 iglesias, misiones y grupos afiliados, con millones de miembros en 165 países. Scientology es una religión en el sentido más profundo y tradicional, porque se ocupa nada menos que de la rehabilitación plena del ser espiritual innato del hombre –sus capacidades, estado de conciencia y la certeza de su propia inmortalidad– y su relación con lo divino. Scientology tiene en común con muchas de las religiones más antiguas del mundo la creencia de que al hombre se le puso aquí para encontrar su propia salvación, y que sólo haciéndolo puede comprender completamente su relación con Dios el Creador. Scientology, además, sostiene que el hombre es básicamente bueno y que su salvación depende de sí mismo, de su relación con sus semejantes y de su logro de la hermandad con el universo.
Scientology se introdujo en España en la década de los años 60 de la mano del mismísimo L. Ronald Hubbard, quien desarrolló aquí mismo buena parte de lo que hoy son las doctrinas de esta religión. En España cuenta en la actualidad con cerca de 11.000 fieles y doce Iglesias, misiones y grupos en Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Alicante, Vitoria y Bilbao. La sede de la Iglesia de Scientology de España ocupa un emblemático edificio en la calle Santa Catalina, en el barrio de las letras de Madrid a 50 metros del Congreso de los Diputados. Esta sede no solo da servicio a los feligreses españoles sino que también actúa como el centro de coordinación para la implementación de programas sociales en los ámbitos de los derechos humanos, la educación, la drogadicción y muchos otros a lo largo de la sociedad española.
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